Era físicamente atractivo. Bastante alto, rubio, con los ojos verdes y las facciones delicadas, un poco femeninas, lo que había provocado que en el colegio alguna vez le hubieran llamado “marica”. Era tímido y tenía ese aspecto desvalido que gusta tanto a las mujeres. Sin embargo, nunca había tenido novia.
A la asistente social una treintañera pelirroja, bastante exuberante, le gustó en cuanto le puso la vista encima.
__Hay que ver que cosa mas mona. Con esa carita de no haber roto un plato…
No le resultó difícil llevárselo al huerto. El se dejó seducir encantado. No había tenido novia, pero si relaciones intimas, naturalmente. Un conocido le llevó de putas en un permiso en la mili.
Años atrás, cuando estaba en el instituto, algunos compañeros tenían planeado estrenarse en el viaje de estudios. El no se atrevió, lo que corroboró la fama de homosexual que le habían adjudicado sin ningún fundamento.
Las mujeres que traía su padre a casa, siempre le habían dado miedo. Le parecían locas, tan pintadas y con la ropa tan ceñida, como si no fueran capaces de aprenderse su propia talla y aquellos pelos estropajosos de colores imposibles. En su imaginación, las veía como criaturas amorfas provenientes de otros mundos, que habían sido transportadas a este y abandonadas en medio del monte; allí las recogía su padre, y ellas aprovechaban la oportunidad adquiriendo aspecto femenino a toda prisa. El resultado no podía ser mas desafortunado. Eran como caricaturas grotescas.
Además, se oían en la habitación unos ruidos muy extraños, como gruñidos de animales. Alguna vez que se paró a escuchar en el pasillo, salió corriendo aterrado y se metió debajo de la cama. Sonaba lo mismo que el cerdo cuando lo arrastraban desde la pocilga para matarlo.
__¿Son extraterrestres, Luisa?
__Son putas.
__¿Las ha traído una nave?
__La guerra en Europa fue quien las trajo.
__¿Que es la guerra?
__Un monstruo que destruye todo lo que encuentra a su paso y transforma a las personas en monstruos también.
Desde entonces, siempre asoció la palabra puta con lo paranormal. “Ir de putas” era para él como atravesar una puerta hacia otra dimensión. No sabías que podría salir a recibirte.
Por eso, le costó decidirse. Sin embargo, pese a sus recelos, todo salió bien. La chica que le correspondió era jovencita, incluso guapa, estaba limpia y no tenía cara de loca. Tampoco hacía aquellos ruidos tan desagradables. Todo lo contrario. Así que, repitió todas las veces que tuvo ocasión, olvidando para siempre la connotación mitad asco y mitad miedo, que había tenido para él el oficio de esas mujeres a las que siguió frecuentando a partir de ese día. Le parecía lo natural. En realidad, era lo que había visto siempre y nunca se detuvo a pensar si estaba bien o no.
De sus tiempos de mili, conservó también la costumbre de hacer pesas y gimnasia. Estaba hecho un autentico cachas. Era pura fibra.
Marta, la pelirroja, lo llevo a una casita que tenía en el campo.
Tuvo una sorpresa con él.
__Vaya, vaya, pero que viciosillo. Si los mosquitas muertas sois los peores…
Según Marta, tenían una relación abierta, aunque sería mas exacto decir que ella y su marido tenían una relación abierta. El no se veía con nadie mas, ni se le había pasado por la cabeza. Tampoco había vuelto a acudir a ningún club. Compartía a Marta con total naturalidad y sin ningún atisbo de celos ni cosa parecida…. solamente se acostaba con ella; no sentía amor, ni un poco de afecto siquiera. Lo que hiciera luego le traía sin cuidado.
Mas de una vez, Jesús, el marido los vio irse juntos.
__Tu marido nos está mirando…
__Tranquilo, piensa que eres homosexual.
Su vida entre Marta y el trabajo era totalmente plácida. Sin embargo algo comenzó a enturbiar su tranquilidad. Cuando unos años antes, se fue al servicio militar, su jefe contrató otro ayudante temporalmente. Pero el recién llegado era un chico listo y vio la oportunidad. Conquistó a la hija del jefe, que tenía entonces diecisiete años y la embarazó para mas seguridad. Los casaron rápidamente. Así que cuando Félix regresó el yerno ocupaba su puesto de vendedor.
__Tú te ocuparás de la contabilidad y de hacer las compras, yo ya estoy mayor, iré delegando en ti. Juanito será el vendedor y yo le echaré una mano de vez en cuando. Tiene mucho que aprender.
Marta comenzó a la vez que él, a tener problemas en el trabajo. Ella con una compañera. Félix, porque el yerno del jefe era un trepa y un prepotente, que se esforzó en hacerle la vida primero difícil y luego imposible.
__Quéjate a don Antonio__le aconsejaba Marta.
Pero él no quería en modo alguno disgustar al hombre que había sido lo mas aproximado a un padre que tuvo jamás. Hacía ya un tiempo que había vuelto a soñar con el camino. Era señal de alarma inequívoca. Desde la boda, dejó por decisión propia, de comer en la casa y ahora, el marido de Teresita, insinuaba que podrían necesitar la buhardilla para cuando el hijo se fuera haciendo mayor y quisiera vivir su vida.
__Queda mucho tiempo todavía__decía la suegra, visiblemente aturdida por la falta de tacto de su yerno. Miraba a su hija buscando complicidad, pero ésta que nunca tuvo carácter, no osaba rechistar cuando hablaba el marido.
Marta se lo propuso una noche después de hacer el amor, mientras permanecían abrazados como a ella le gustaba.
__Aquella compañera de la que te hablé, me esta machacando viva. No tengo ganas de seguir aguantando__ Se incorporó para sentarse en frente de Félix. __¿Sabes lo que he pensado?
__No__dijo mientras le oprimía un pecho con suavidad.
__Deja de hacerme eso__le dio un manotazo__. Tenemos que hablar en serio. Voy a explicarte lo que tengo planeado.
Se levanto y se puso una bata, para volver a sentarse en la cama.__ Escucha, en esta provincia la población mayor de setenta años es del sesenta por ciento. ¿Te das cuenta de lo que eso significa?
__¿Que hay pocos jóvenes?
__Jaa, muy gracioso. Esta gente mayor necesita cuidados, no todas las familias pueden hacerse cargo y no hay suficientes geriátricos, por lo cual se esta comenzando a utilizar la asistencia en el propio domicilio. Pero, ¿qué sucede?
Félix negó con la cabeza
__¡Hombres, siempre tan poco prácticos!. Pues, que no hay gente preparada. Ahí entramos nosotros.
__¿Nosotros?
__Si, tu, yo y mi amiga Lourdes. Voy a pedir la excedencia y crear una empresa de asistencia a domicilio. Atenderemos abuelitos en sus casas. La empresa no necesita apenas infraestructura. Con un oficina pequeña es suficiente. Yo recibiré los encargos y distribuiré al personal según las necesidades. Lourdes es enfermera, se ocuparía de los casos que necesiten gente diplomada. Algunos los atendería ella y si tenemos varios a la vez echaríamos mano de otra gente que ya tenemos contactada. Tu tendrás que hacer un cursillo de auxiliar de geriatría para cubrir el expediente.
__Oye, espera, espera, yo no hago mas cursos…
__Es muy simple. Sólo son unas 60 horas. Aprendes lo básico: vigilancia de constantes vitales, higiene del paciente, movilización, cosas así. Necesitaremos algún hombre para casos de abuelos que haya que mover…¿comprendes?
__Si lo comprendo, pero yo no puedo pedir excedencia. En mi caso sería dejar un trabajo fijo por una aventura.
__Claro que puedes pedir la excedencia. Aunque sólo sea un año. Después ya veremos. Lo hemos estudiado y creo que haremos negocio.
__Además, yo pierdo mi casa si dejo la mueblería…
__La pierdes igual. ¿No te anda insinuando la marcha el yernísimo? Te dejo para vivir el apartamento de mi madre. Se ha muerto la inquilina. No te cobro renta, pagas los gastos y ya..
__¿Oye, a Jesús no le mosquea nuestra amistad?
__No, ya te dije que cree….
__Vale, no me lo repitas. Pensaré lo que me has propuesto, pero no se…
Los acontecimientos se precipitaron. El marido de Marta falleció de modo imprevisible en un accidente de circulación. Un hombre se desvaneció al volante de su coche y éste, sin rumbo, invadió el carril contrario. Jesús lo vio, pero no pudo evitar la colisión. Fallecieron los dos en el acto y hubo otros tres heridos mas, de varios coches que se vieron implicados.
Fue un mazazo. Marta quería mucho a su marido. Buscaba en otros hombres mejorar su vida sexual, pero el amor por Jesús era indiscutible.
Unos días después del entierro, Félix la visitó en su casa. Se sentía totalmente desamparada, no sabía estar sola. Le pidió que se viniera a vivir con ella. A él le pareció demasiado pronto. Además no le apetecía convivir con una mujer. Acostarse era una cosa pero vivir juntos…Acordaron que se mudara al apartamento de la madre, que estaba en el mismo edificio. Así podrían pasar juntos las noches, sin dar lugar a murmuraciones.Poco a poco, Marta le convenció para que trabajara con ella.
__Tengo algo perfecto para ti. Un anciano al que hay que asear, afeitar, mover de la cama a la silla de ruedas y sacar a pasear un rato. Darle las comidas y a la noche volver a meterlo en la cama. Para esa hora, ya está su hijo en casa. Te pagaré bastante mas de lo que ganas en la mueblería.
Aceptó. La vida con la que fuera su nueva familia, era cada vez mas difícil y no sólo para él. Don Antonio y su mujer sufrían también con la hostilidad que su yerno le demostraba. Así que una mañana se armó de valor y se lo dijo al jefe. Este sintió algo entre sorpresa y alivio. No obstante, quería mucho a Félix. Se interesó de verdad por su nuevo trabajo.
__Si las cosas no te van bien, puedes volver. Siempre habrá un puesto aquí para ti.
Félix sabía de sobra que no era cierto. El yerno era quien decidía. Se asombraba de la habilidad que tienen algunas personas para manipular a los demás. Pero se lo agradeció de todos modos.
Su primer paciente fue un hombre de 75 años que había sufrido un ictus. Su trabajo consistía en asearle en la cama, hacerle unos ejercicios básicos de rehabilitación para evitar la pérdida de masa muscular y sentarlo en la silla de ruedas. Si hacía bueno lo llevaba a dar un paseo y tomar un poco el sol a un parque cercano. Cuando llovía se quedaban en casa. El viejo hablaba con cierta dificultad, pero se le entendía; era un buen conversador y le refería historias de su juventud, principalmente de cuando hizo la guerra. Félix le escuchaba con gusto. La casa era confortable y el hombre se quedaba dormido después de comer durante varias horas. El trabajo era absolutamente llevadero. Había una mujer que hacía la limpieza y la comida y se iba a la tarde dejando la cena para los tres preparada. Para entonces ya había regresado su hijo.
Félix le ayudaba a comer. El hombre tenía la parte derecha medio paralizada y con la izquierda no se arreglaba bien, sobre todo para utilizar la cuchara. La cena se la daba el hijo. Este insistió en que Félix cenara también en la casa. Antes, acostaban al viejo. Hacían una sobremesa corta, porque el joven tenía que madrugar y luego, él regresaba a dormir a casa de Marta.
Hizo buenas migas con el hijo, casi de su misma edad. Sentía devoción por su viejo. Viudo desde joven había sido padre y madre para el muchacho. Aunque tuvo muchas oportunidades y todo el mundo se lo aconsejaba, no quiso volver a casarse. No quería que ninguna mujer se ocupara del niño al que hubiera debido criar su verdadera madre; el destino o quien quiera que sea el que decide, se empeñó en llevársela, pero él seguía reservándole en la vida de ambos, el sitio que le pertenecía solamente a ella.
Félix hizo la comparativa con su familia. No lo pudo evitar. En esa época ya estaba seguro de que aquellos con los que vivió no fueron sus padres verdaderos. Por alguna circunstancia, que desconocía, se hicieron cargo de él, pero ni lo concibieron, ni lo parieron. En consecuencia, tampoco lo quisieron. Este razonamiento tan simple le bastaba para estar convencido a pies juntillas.
Cuando murió el padre, renunció a la herencia, por consejo de los abogados, ya que las deudas de su progenitor rebasaban con creces el monto de lo dejado. Sin embargo, con la excusa de recoger alguna pertenencia, regresó a la casa y la revolvió entera buscando alguna evidencia de su adopción que ya daba por segura. No encontró nada.
Hizo una pequeña investigación entre parientes y empleados de la finca, para que le corroboraran haber visto embarazada a su madre. Ninguno recordaba nada. “Aunque a tu madre todos la hemos visto poco”; en eso coincidían todos los testimonios.Admiraba el amor mutuo que, en esta casa, se profesaban padre e hijo. Comprobaba con cierta envidia la devoción con la que el hombre hablaba de “su chico”. Le hubiera gustado vivir allí. Era algo que le ocurría desde niño. Cuando tenía que hacer alguna tarea con compañeros y regresaba ya anochecido, miraba las ventanas iluminadas de otras casas y veía a las familias poniendo la mesa o sentadas ante el televisor; le entraban ganas de subir, perderse entre ellos sin que lo vieran y quedarse allí para siempre. Si pudiera hacerse invisible jamás regresaría a la casa familiar y se iría a vivir con cualquiera de aquellas personas. Eso mismo sentía ahora; le gustaría permanecer en esta casa.
Estuvo con el anciano casi un año. Fue un tiempo feliz.
Una tarde, después de comer sufrió un infarto. Félix lo visitó a diario en el hospital, rezando para que no muriera. No le tenía cariño, solamente quería vivir en un hogar dichoso; estaba a gusto viendo armonía a su alrededor.
Cuando falleció, ya Marta le tenía preparado otro paciente. No lo sabía, pero su vida iba a cambiar para siempre.
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